Cosas mías. El Cre-di-com

Aunque parezca mentira, quedan muchas cosas por decir. Pero yo no pienso decirlas todas. No hay que abusar. Dejemos que cada cual diga la suya, dé su opinión y aporte su granito de arena a hacer de este mundo un lugar más libre. No pretendo imponer nada, ni siquiera aspiro a que alguien pueda leer mis comentarios y apreciarlos única y exclusivamente en la medida de lo que son: simples comentarios.

Algún día quizás os hable de política. Otro de mi trabajo, mis ilusiones, mis preocupaciones, mis proyectos. Esto será más probable.

También os haré alguna que otra confesión. Ahí va la primera: Cuando elegí el mundo del teatro y la animación como mi medio de vida, lo hice atendiendo a tres elementos fundamentales: creer en lo que hago, divertir y divertirme, y compartir con gente que merece mucho la pena. Es lo que denomino el CRE-DI-COM y que parece que tenga nombre bancario. Desgraciadamente, en algunos momentos de mi vida he incumplido alguno de estos preceptos. En demasiadas ocasiones no he creído en algún proyecto, puesto que no me he sentido a gusto, ni identificado, en el fondo ni en su desarrollo. Eso pasa cuando te coartan la libertad creativa debido principalmente a que tu visión del mismo se contrapone directamente con la visión de quien te contrata. Si no hay entendimiento, al final siempre va a prevalecer aquello de que «quien paga, manda». Pues eso. Pero si el resultado no es el esperado, siempre será responsable el creativo, nunca aquel que le coartó la libertad. Es lo que hay y con el tiempo se asume. Por otro lado, si no crees en lo que haces, difícilmente te podrás divertir con ello. Menos mal que mi carácter eminentemente optimista me hace creer que hasta el proyecto más descabellado, extraño, ridículo o estúpido, será la mayor aportación que podemos hacer al mundo. Finalmente, está el factor humano. Y lo dejo para final a propósito, puesto que pienso que es algo fundamental. A lo largo de todos estos años, he intentado trabajar, aprender y disfrutar con gente que merece la pena. Actores y actrices, bailarines, cantantes, músicos, técnicos,… Con todos ellos he aprendido y he disfrutado. También hemos sufrido juntos, nos hemos animado, hemos celebrado el éxito de nuestro proyecto, y nos hemos lamentado cuando las cosas no han salido del todo bien. Siempre he buscado cómplices, gente con capacidad de opinar, que sienta, que se implique persiguiendo un objetivo común, que sea consciente que es parte de algo. También he coincidido con personas obtusas y tóxicas cuyo objetivo principal ha sido trabajar poco, ganar mucho y quejarse por todo. Buscan enfrentar, crear «mal rollo», desestabilizar… Lo bueno es que se les cala enseguida. Lo malo es el daño que pueden hacer en muy poco tiempo. Al final, te quedas con los buenos y apartas a los malos.